La desglobalización o la nueva globalización

Hay fechas en la Historia que siempre recordamos, por ejemplo, el 13 de marzo de 2020, 29 de mayo de 1453, 2 de septiembre de 1945, 2 de enero de 1492, 12 de otubre de 1492, 1 de septiembre de 1939, 9 de mayo de 1945, o el 9 de mayo de 1950. Cada una de estas fechas marca los años siguientes, las décadas siguientes incluso los siglos siguientes, es verdad que estas fechas no suelen ir solas, por ejemplo, la caída de Constantinopla va ligada a la conquista de Granada, incluso al descubrimiento de América por los europeos.

Viendo la situación con perspectiva, nos encontramos con que acabamos de pasar por una de estas fechas, de inicio quizás pasa desapercibida, incluso pudo ser una fecha más, (por ejemplo, si Ucrania se hubiese rendido rápidamente), pero no fue así. Indefectiblemente, el 24 de febrero es una de esas fechas que ya ha pasado a la Historia y eso implica que marcará las épocas venideras.

¿Hasta qué punto será así?, ¿representará realmente un punto de inflexión histórico?, no lo sabemos, ha pasado demasiado poco tiempo, pero es muy probable. Incluso también visto con perspectiva, es una fecha más de las sucedidas en el presente siglo, que sumadas nos dan una idea de los cambios en los que estamos inmersos.

¿Cuáles son estos cambios?, ¿en qué se modificarán nuestra vida sobre las décadas precedentes? Antes de entrar en estas cuestiones, por comparación vamos a analizar las ideas generales de ¿dónde estamos?

El análisis de la situación anterior

A nivel político, antes del 24 de febrero, se da una situación de final de pandemia. Desde marzo del 2020 las restricciones derivadas de la pandemia de COVID generaron una tensión social muy fuerte.

Restricción de derechos, confinamiento, falta de material sanitario, situaciones puntuales de desbordamiento en hospitales (con resultado de muertes, tanto por falta de material anti COVID, como por falta de tratamiento de otras dolencias), sectores productivos completamente cerrados, y sin apoyo económico, críticas internacionales a las medidas tomadas o no tomadas por distintos países, cierre de fronteras, cierre de fábricas en China y otros países. Además, aumento de la actividad on line para evitar el trato personal y el posible contagio, cambio en los ámbitos de compra de los consumidores, reducción del consumo de energía (y combustible) por cierre de hostelería, viajes y fábricas, aumento del sector farmacéutico, situación de dependencia de todos los sectores de trabajadores del sector del transportes, dependencia del sector de producción y venta de alimentos y bienes básicos (agricultura, venta en supermercados), dependencia de especialistas en sectores específicos (comercio exterior, en relación a productos relacionados con el COVID y de primera necesidad), además de dependencia de determinadas industrias, y disminución de la importancia social del sector servicios, entre otras situaciones.

Pero la pandemia de COVID cambia con la vacunación, y la bajada del nivel de incidencia  genera una situación de relativa vuelta a la normalidad anterior, que hace que vuelvan a cambiar todos los parámetros anteriores y se reactiven todos los sectores paralizados, con un aumento de los precios (inflación) motivada por el aumento del consumo postpandémico de forma rápida, unido a que la producción no es capaz de absorber la demanda.

Es decir, inelasticidad en la oferta, que hace que los precios suban, unido a la reducción de producción de materias primas, petróleo energía en general, y el súbito aumento de la demanda, por otra parte, lógico al finalizar la pandemia. Conclusión: subida de precios.

Al final esta situación de vuelta a la normalidad, que coyunturalmente genera inflación, cambia de forma brusca el 24 de febrero de 2022. Y es aquí donde variables geopolíticas también generadas por la pandemia entran en juego.

El análisis actual

La primera variable geopolítica, acentuada por la pandemia, es la ascensión de China a primera potencia mundial en lucha cerrada con los Estados Unidos. Nos encontramos que una lucha que era larvada y con una cierta guerra fría, mezclada con intereses económicos de ambas partes que hacían que las tensiones fuesen muy progresivas, se convierte con la pandemia en una lucha cerrada.

China es donde seguramente se genera la pandemia, pero también donde se fabrican todos los elementos principales para la lucha contra ella. Al igual que otros sectores económicos a los que no se les daba importancia, China se convierte en un actor fundamental con un poder de negociación brutal y que lógicamente intenta aprovechar. Es la fábrica del mundo y como tal obliga al resto a aceptar sus precios e intereses. Realmente la pandemia lo único que hizo fue acentuar esta situación. Desde antes del 2005 los propios dirigentes chinos nunca escondieron está política, es la forma de ver el mundo, a corto plazo, de la cultura occidental, la que no dio importancia a esta situación.

La consecuencia inmediata de este nuevo poder de China, es el cambio de las fábricas internacionales deslocalizadas a otra parte, o la reindustrialización del mundo occidental, situación contradictoria con la crisis climática y con la sociedad de consumo occidental que necesita bajos precios.

La segunda variable geopolítica, y a pesar de las inequívocas señales, creo que, nunca esperada por el mundo occidental, es la invasión de Ucrania por parte de Rusia.

El origen

La caída de la Unión Soviética y final de la guerra fría, no fue realmente una victoria militar de “Occidente”, o más concretamente de Estados Unidos, sino más bien una victoria interna del capitalismo (organizado desde Estados Unidos), sobre el comunismo soviético. La población de la antigua Unión Soviética entendió que el capitalismo era mejor, y el país entero cambió de sistema aceptando la propaganda de Estados Unidos, de que con el mercado todo iría mejor. Pero lógicamente era propaganda, y el capitalismo en sí mismo no es mejor ni peor. Si no que dado que, en el campo del juego de la oferta y la demanda, no todos los jugadores se encuentran en las mismas condiciones, y de repente, tanto a nivel interno (oligarcas), como a nivel externo (los países históricamente capitalistas), se hicieron con la mayor tarta del pastel. Inicialmente soviético, y más tarde ruso y de todas las ex repúblicas soviéticas, sin una contrapartida que la población rusa pudiese apreciar.

McDonald llegó a los aledaños de la Plaza Roja (literalmente ya que había un local allí), pero eso no implicó una mejora en la situación de la población.  La población más bien percibió que su situación de importancia mundial, ya no era tal, sino que Rusia se había convertido en un país proveedor de materias primas para “Occidente” más, agravándose la situación con la percepción rusa de que había ex repúblicas y antiguos países de la órbita del Pacto de Varsovia que estaban superando a Rusia en condiciones de vida.

Con estos datos encima de la mesa, la creación del concepto “Putin” era cuestión de tiempo. Con el problema de que la reposición de Rusia como superpotencia ya no estaría basada en cuestiones ideológicas, técnicas, tecnológicas o industriales, sino solamente en su posición de proveedor de materias primas y productor de armamento, con un gran arsenal de bombas nucleares. Y lógicamente contando con estas dos cartas, las utilizaría en su propio beneficio, y el inicio de su reposición (creo que ya imposible) a su posición anterior sería haciendo que países o ex repúblicas de su órbita dejasen de vivir mejor que en la propia Rusia. Dado que, si esa situación de mejora se mantuviese el concepto de superpotencia rusa ya no tendría sentido.

Desde el inicio del siglo XXI Rusia ha ido aumentando esta estrategia apoyada tanto en el control de materias primas (gas), como en la mejora de su armamento, y entrenamiento de su ejército en crisis como la de Siria y en otros lugares del mundo, donde “Occidente” solo se preocupó de la extirpación de terroristas. Pero, quizás por experiencias negativas anteriores, Gadafi, Sadam Hussein, Afganistán, etc., “Occidente” dejo hacer a Rusia. Generando a su vez la idea en Rusia, y en otras partes del mundo como China, que “Occidente” no se manchaba las manos, por tanto, habría un cierto campo abierto.

Por otro lado, en Ucrania se daban todos los elementos finales comentados de la era soviética, con la salvedad, de que una parte importante de la población, nuca tuvo el “orgullo imperial soviético”. Finalmente, la población optó por el lado del “Occidente” europeo, con la consiguiente reacción rusa. Dicha reacción (guerra), también basada en el concepto erróneo de que los ucranianos estaban en 2014 o antes, donde el propio país, se encontraba dividido sobre esta cuestión, y ya no era así y habían tomado partido de forma expresa, aún con la posibilidad real de que Europa no se manchase las manos.

Sumados todos los datos, e incluso con la realidad de que la situación militar de Rusia era mucho peor de la prevista, nos encontramos con una cronificación de la guerra en Ucrania, con el consiguiente y rápido cambio en la geopolítica mundial. Situación que con una derrota de Ucrania, o con una visión realista de Rusia sobre la situación, no se habría dado.

¿Qué implica el 24 de febrero en la geopolítica mundial?

Primero, una guerra cronificada (que implica la destrucción de zonas enormes de Ucrania). Desde el punto de vista occidental Rusia no puede ganar (si gana podría hacer los mismo con otros países), pero si intuye que puede perder podría utilizar armamento nuclear, y es una situación que “Occidente” (esencialmente la OTAN) descarta (según mi punto de vista).

Segundo, la percepción internacional, sobre todo en grandes potencias como China, de que la guerra es inevitable para conseguir la supremacía y que puede tener un coste asumible.

Tercero, la ruptura del mundo globalizado, la globalización en su aspecto de libre movimiento de capitales y productos (con la Organización Mundial del Comercio como máximo valedor), y en algunos casos de personas y servicios, deja de ser global y se compartimenta.

Rusia deja de seguir las reglas, y otros países pueden hacer lo mismo, situación que incluso se habría dado en la Unión Europea (anteriormente y con una situación mucho menos importante como el “Brexit”). Pero la guerra de Ucrania rompe la situación internacional, generando mercados segmentados por zonas del mundo, pero ya no de todo el mundo, como era hasta la fecha. Los países tienen que tomar partido, y volvemos a una situación similar a la guerra fría.

¿Qué implica la globalización compartimentada en Europa y Estados Unidos?

De inicio para Europa, un continente con alto nivel de vida, relativamente pocas materias primas y poca (en comparación con épocas anteriores) actividad industrial (deslocalización), y cuya principal actividad está basada en el sector servicios, implica un aumento en los precios, de compra de productos industriales, materias primas, energía, logísticos y transporte, etc.

Incluso un inevitable aumento del gasto en defensa, dado que Europa vuelve a ser el tablero de juego de la guerra, en el sentido de que las piezas se mueven dentro de Europa a costa de la guerra, cosa que no ocurría a este nivel desde el final de la II Guerra Mundial. Situación que genera que Europa vaya a dejar de ser un lugar de economía de consumo, los productos tanto de primera necesidad, como el resto son baratos y los puede conseguir la mayor parte de la población, a un lugar donde el precio de los productos ya no va a bajar, por tanto, el nivel de vida va a ser inevitablemente mucho más bajo.

Incluso en el supuesto caso de poder sustituir las materias primas rusas, o por ejemplo el gas por energías limpias (solar, etc.,) el resto de las materias primas, incluida la alimentación subirá de precio, o se reducirán las posibilidades de elección de producto, dado que es muy posible que mercados de salida (por ejemplo, Latinoamérica), se cierren o aumenten de precio).

Con situaciones paradójicas como la mejora inmediata de economías tan poco ejemplares como la venezolana.

Esta situación de nuevo reparto de cartas a nivel internacional hace que incluso situaciones que hasta la fecha eran relativamente tranquilas, gas argelino que llega a España, dejen de serlo en cuestión de meses. Y por otra parte, si en países productores de materias primas,  las nuevas riquezas a su disposición no se reparten de forma adecuada, se pueden generar crisis múltiples, con la consiguiente salida de refugiados, que por otro lado es muy probable que vengan a Europa.

Con estos datos de análisis inicial, vemos que Europa es claramente un continente perdedor, en este inicio de la globalización compartimentada o regional. Aunque tiene un inevitable efecto positivo que es que a Europa ya no le queda otro remedio que funcionar unida, la dudas sobre la deuda del sur, y el norte rico, o sobre la ruptura de la Unión Europea ya no tienen sentido (creo), por tanto, seguramente vamos a una Europa más unida, aunque sea porque no queda más remedio.

Curiosamente la situación en Estados Unidos es diferente, mientras que en Europa la reducción del mercado mundial que implica este tipo de globalización compartimentada afecta gravemente, a Estados Unidos, no tanto. Estados Unidos es productor de materias primas, y todo el continente americano tiene una cierta relación de dependencia, por tanto, la situación nunca será tan grave. Incluso en el caso de la venta de materias primas puede ser favorable, con el riesgo de que la población de Estados Unidos vea a Europa como demasiado lejana, y a futuro deje a Europa a su suerte a nivel militar.

Además, cada vez el mundo gira más alrededor de Asia, lo que implica que cada vez más el mundo cultural asiático sea más importante, incluso países que están en la frontera como Turquía, se convierten en jugadores con gran importancia mundial en múltiples aspectos. La reducción de poder de Europa, que implican los comentarios anteriores, hace que ese poder sea sustituido por países asiáticos, y no siempre China. Y finalmente, no podemos dejar de tener en cuenta que la crisis generada en Ucrania que se superpone a la del coronavirus, no deja de ser una pequeña crisis, ante la inevitable crisis climática. Por todo ello, la capacidad de adaptación de las diferentes sociedades a problemas importantes y cambiantes será lo que diferencie el éxito del fracaso en la nueva geopolítica mundial, marcada por la globalización compartimentada o desglobalización, o incluso el fin de la globalización como tal.

Juan Pablo Piqueras Torres

Profesor y Consultor Comercio Internacional