“Hola, acabo de escuchar gritar a mi mamá, se ha caído al suelo y no sé qué le pasa». Con estas palabras y con una serenidad pasmosa, Mohamed, de 11 años, llamaba al 112 porque su madre había sufrido un desvanecimiento. «Está medio dormida, medio despierta», precisó Mohamed al gestor de emergencias. Mientras el gestor tranquilizaba al menor, iba recopilando toda la información necesaria para enviar los recursos del Samur a su domicilio. En una emergencia así, Mohamed salvó la vida de su madre.
Leer o ver noticias como ésta en los medios de comunicación resulta un soplo de aire fresco entre tanta adversidad. Son noticias que casi siempre llegan de la mano de declaraciones como “lo aprendí en una clase en el colegio”. Todo un éxito del Programa Alertante del Samur que nació con el objetivo de formar a la ciudadanía para sepa actuar en una situación de emergencia.
En esa línea, un equipo del Programa Alertante ofreció un curso de primeros auxilios a los alumnos y alumnas de informática del Instituto Nebrija de Formación Profesional. Fueron dos horas de clases teóricas y prácticas en las que los asistentes aprendieron qué es el Samur, cuál es su labor y las nociones básicas necesarias para no ser un estorbo y poder colaborar en una situación de emergencia.
Siete minutos, 22 segundos
“El Samur tiene un tiempo de respuesta medio de siete minutos y 22 segundos. En esos siete minutos sois nuestros ojos, por eso el 90% del aviso es que me deis la información bien”, explicaba Óscar.
La intención de estos cursos no es apabullar a los participantes con un exceso de información. “Se trata de que aprendáis bien las cuatro nociones más importantes y necesarias en un caso de emergencia”.
Para empezar, lo más importante es quedarse con un acrónimo: PAS, o lo que es lo mismo, proteger, alertar y socorrer. “Son los pasos que tenéis que seguir si sois testigos de una emergencia. Si no os protegéis y os acercáis una víctima, por ejemplo, y resulta que lleva una navaja en el bolsillo, podéis llegar a ser otro herido más”, les remachaba Óscar.
Una vez protegidos hay que llamar al 112 y la calidad de esa llamada es primordial. “Tenéis que ser lo más precisos posible. Lo primero que tenéis que dar es la ubicación, porque Murphy existe y si se corta la comunicación, se os cae el teléfono al suelo y va a parar a una alcantarilla, el gestor de emergencias ya sabe que ha pasado algo en esa dirección y se encargará de enviar recursos”, añadía.
Hizo hincapié en que una vez al teléfono se deben responder todas las preguntas que te haga el gestor “por muy random que os parezcan”. Les explicó que, por ejemplo, en un accidente con un camión les podían preguntar si la carga del camión era redonda y con eso pueden saber si el vehículo transporta líquido inflamable o contaminante. “Ojo, jamás grabéis cuando estamos en una salida, es un delito de obstrucción a los servicios de emergencia”, recalcó.
Cómo hacer la RCP en una emergencia
Y llega el momento de socorrer. Óscar dio paso a su compañera María que explicó qué es la escala AVDN. “Quedaros con esta lista de comprobación, alerta, verbal, dolor, no responde. Tenéis que comprobar en qué situación está el herido para comunicarlo. Les enseñó como inmovilizar, “una cuestión más de técnica que de fuerza”. Tras enseñar cómo se hace, invitó a los alumnos y alumnas a que lo intentara, mientras sus compañeros les corregían los errores.
Por fin llegaron a las lecciones más importantes en el caso de una emergencia. Josetxu explicó cómo se hace la RCP en adultos, niños y bebés, María y Pilar hicieron lo propio con la maniobra de Heimlich y Óscar sacó un desfibrilador de esos que vemos todos los días en las paradas de metro o en los centros educativos para mostrarles cómo y cuándo utilizarlo.
El curso finalizó una vez que todos los alumnos y alumnas probaron la dificultad y el cansancio implícitos en una RCP. Por supuesto, practicaron con el desfibrilador. A todos les quedó muy claro que siempre compensa el esfuerzo cuando puedes salvar una vida.